martes, 8 de mayo de 2012

Cada gota es un océano perdido

Me gusta el olor a tierra mojada, el sabor del fango entre las comisuras de mis labios y aquella suave brisa que llega detrás de la lluvia. Disfruto la llovizna, no solo el repicar de las gotas contra el piso, ni la suave caricia del agua en mi abrigo, en el reflejo de un charco me detengo a mirar el cielo, para saber que todo esta tranquilo. Aún cuando estoy en casa me doy un momento para verla por la ventana, traviesa, siempre entusiasta, aunque  por momentos un poco altiva, pero así me encanta, encierra en ella un cumulo de sentimientos que, ¿Quién sabe donde vienen o a dónde van?, ¿Cuántos pensamiento han sido derramados en ella?, no sé, la verdad poco importa y lo más, no necesito la respuesta.
Estando en mi estudio ella es la que toca mi ventana, incitadora, musa inspiradora, a la cual he dedicado pinceladas en ocre y ámbar. Fiel seguidora, tranquila compañera, nunca como ella encontraré alguien que aguante mi andar.
Ahora me toca verla partir, jamás deteste tanto un arcoíris, vivo en sequía, pues con 18 años y su futuro de bailarina tuvo que partir.
Yo sigo pintando en las noches aquel cuadro que a ella hoy dedico, es la silueta de una dama con abanico, que me me observa en contra esquina mientras yo camino distraído...

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